MARTES SANTO:
Meditación sobre la
1ª lectura:
Isaías 49, 1-6
-Oídme, islas
lejanas; atended, pueblos apartados.
En una época
en la que cada pueblo vivía, más que hoy,
encerrado en
sí mismo, porque se tenían menos noticias y
menos medios
de comunicación... esas llamadas al
universalismo
son sorprendentes.
El mismo
Jesús no salió del pequeño círculo de Palestina y países
limítrofes,
sin embargo se sabía enviado al mundo entero. Se
dirigía a ese
mundo entero: «oídme, islas lejanas... atended,
pueblos
apartados...»
¿Es mi
corazón universal? ¿Misionero? Como Jesús, como San
Pablo, ¿tengo
ansias de que el evangelio sea anunciado a los que
no lo
conocen? « ¡Desgraciado de mí, si no evangelizo!» (1
Corintios 9,
16) ¿Qué hago para ello?
-Desde el
seno materno, el Señor me llamó. Desde las entrañas
de mi madre,
pronunció mi nombre.
Gratuidad
total de la llamada y del amor de Dios.
Ningún mérito
por parte de este servidor. Es un «don» recibido, sin que él interviniera; ha
sido amado
antes de
haber sido capaz de contestar.
¡Dios es el
primero en amar! «En esto consiste su amor: no
hemos amado
nosotros a Dios, es Él quien nos ha amado»
(/Jn/04/07)
Experiencia
humana, sobre la que hay que pararse un instante.
Pensar en el
amor de mi madre, de mi padre. Ser «hijo», es
precisamente
estar bajo el efluvio de un amor, antes de poder
corresponderle:
el amor paterno y materno precede y suscita el
nuestro.
-Hizo de mi
boca una espada afilada, me protegió en la sombra
de su mano,
hizo de mí una flecha aguda, en su carcaj me
guardó. Me
dijo: «Tú eres mi siervo».
Ser un
perfecto instrumento para Dios. Estás a disposición de
Dios. Siempre
dispuesto a servirle.
Señor, a
ejemplo de Jesús, aumenta mi disponibilidad.
-Pues yo
decía: «Me he fatigado por nada; en vano e inútilmente
he gastado
mis fuerzas...»
Traicionado,
abandonado, renegado... Jesús pudo tener tales
pensamientos.
Pensamientos
de profundo desaliento. La impresión de que «no
se está
haciendo nada», que se pierde el tiempo trabajando en
la obra de
Dios, que se gastan «inútilmente» las propias fuerzas.
Tan sólo los
«abandonados» pueden adivinar hasta dónde llegó
el desamparo
de Jesús.
Los que no
tienen a nadie, los que están desalentados, ¿pueden
contar un
poco conmigo? Y Jesús, ¿puede contar un poco
conmigo?
-Y sin
embargo, mi derecho subsistía a los ojos del Señor, mi
recompensa
está en mi Dios.
Sí, yo era
apreciado a los ojos del Señor: Mi Dios es mi
fortaleza. En
el fondo de mi desaliento, en lo más profundo de la tentación
de la nada,
esa fue la «reacción» de Jesús. La contemplo
detenidamente.
Trato de imitarlo.
-Poco es que
seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de
Israel...
Haré de ti la luz de las naciones para que mi salvación
alcance hasta
los confines de la tierra.
Dinamismo
misionero. Limitarse a lo del propio grupito, a su
clan... es
muy poco.
¡Presentemos
nuestros corazones abiertos al soplo de Dios!
¡Universal!
Jesús, al morir, era consciente de esta necesidad. Un
corazón
grande como el mundo.
MARTES SANTO:
Meditación sobre el evangelio:
Juan 13,
21-33
Después de la
meditación de ayer que se situaba históricamente
en Betania el
lunes por la tarde... saltamos directamente a la
tarde del
jueves, durante la última cena.
-Jesús dijo:
"Uno de vosotros me entregará" Se miraban los
discípulos
unos a otros, sin saber de quién hablaba.
Jesús toma la
iniciativa de anunciar la traición.
Está solo.
Nadie entiende en esto nada.
Uno de los
discípulos, el amado de Jesús...
Juan subraya
esto. Y es a ese título que él interviene. La
amistad.
-Estaba
recostado junto a Jesús. Simón Pedro le hizo señal,
diciéndole:
"Pregúntale de quién habla". El discípulo,
inclinándose
hacia el pecho de Jesús, le dijo: "Señor, ¿quién es?"
Es una escena
que ha sido representada por muchos pintores.
Familiaridad.Sí,
Tú, Señor, has aceptado estos gestos sencillos. No te has
avergonzado
de haber necesitado este afecto... de poder hablar
con
verdaderos amigos...
Por otra
parte, vemos una vez más en el Evangelio, las
funciones
complementarias, en la Iglesia: Pedro toma la
iniciativa -
prioridad oficial-, pero es Juan el que hace el encargo
delicado.
Cada uno
tiene su sitio particular. Todos no pueden hacer todo.
Ayúdame,
Señor, a cumplir bien mi cometido, y en mi sitio.
Durante estos
días santos, quisiera, a mi manera, vivir contigo,
Señor.
Ofrecerte mi amistad. Procuraré pensar mucho más en ti
en el curso
de estos días venideros.
-"Aquel
a quien yo mojare y diere un bocado". Se lo da a
Judas... y
Jesús le dice: "Lo que has de hacer, hazlo pronto."
Ninguno de
los que estaban a la mesa conoció a qué propósito
hacía
aquello. Judas tomando el bocado, se salió luego.
Era de noche.
Todo se hace
con palabras veladas... en una especie de pudor
sigiloso,
entre Jesús y Judas... como si Jesús no quisiera
perjudicar a
Judas: los demás no entienden lo que está pasando.
Hasta aquí
llega la lucidez de Jesús frente a su muerte: es Él
quien dirige
las operaciones; es El quién decide la hora: "lo que
has de hacer,
hazlo pronto,". Mi vida, nadie la toma, soy Yo
quien la da.
He aquí mi Cuerpo entregado por vosotros.
-Así que
salió, dijo Jesús: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del
Hombre, y
Dios ha sido glorificado en él... Dios también le
glorificará
pronto." Palabras asombrosas. Como ayer son
también una
anticipación. La "gloria" ya está ahí, desde que la
muerte ha
sido decidida, desde que el traidor ha salido para su
faena.
-Hijitos
míos, todavía estaré un poco con vosotros... Yo me voy.
Tú no piensas
en ti, sino en ellos. Van a quedarse solos. Pedro
adivina algo,
sin duda. Y ¡propone "seguir" a Jesús!
-"¿Darás
por mí tu vida?... En verdad te digo que no cantará el
gallo antes
que tres veces me niegues."¡Pobre Pedro! Y sin embargo él se creía muy
generoso, y lo era,
a su modo.
Jesús le anuncia su propia traición, algunos minutos
después de la
de Judas. Entonces, de repente, el silencio debió
de ser muy
denso en el grupo.
Tu soledad
¡oh Jesús! es total. Has ido hasta el límite de la
condición
humana. El hombre, que más solo se encuentre a la
hora de la
muerte, puede reconocerse en ti.
.- MARTES
SANTO: 1ª Lectura: Isaías- capítulo 49,
versículos
del 1 al 6. 2ª Lectura: Evangelio de San
Juan-
capítulo 13, del 21 al 23 y del 36 al 38
Ayer, lunes
santo, vimos y contemplamos como una ráfaga de
amistad en
Betania, con Marta, María y Lázaro, y Jesús con ellos,
gozando, en
paz y con alegría, y apostando por los hombres:
"Vosotros
seréis mis amigos si hacéis cuanto os he mandado".
Esa
experiencia de la amistad en Betania, le sirvió y le ayudó a
sufrir,
padecer y callar en su gran cena pascual y en su oración
agónica en el
huerto de los olivos.
Profundamente
conmovido, en medio de esa cena íntima de la
Pascua judía,
la que él iba hacer ahora suya, su Pascua,
mirándolos a
todos, con el brillo de sus ojos, reflejando la luz de
las velas,
dijo con voz pausada y amiga: " En medio de vosotros
hay uno que
me va a entregar"
Mirad
fijamente, hermanos, contemplad su rostro para mejor
sentir y
comprender su drama. El silencio era plomo.
En medio del
amor conyugal surge la infidelidad. En medio del
amor
familiar, un hijo, una hija da un portazo y se va... Son
síntomas de
locura, de inmadurez del corazón... Pero en medio de
la amistad,
lo que surge no es la infidelidad o la locura, lo que
surge es la
traición, que es algo... satánico; sí satánico. No se
puede
explicar en su profundidad, ni se puede comprender. Es el
misterio de
la perdición: "más le valiera no haber nacido", dirá
Jesús, de
Judas, cuando salió para venderlo, para traicionarlo.
Jesús hizo el
último intento para que la amistad con Judas no se
quebrara.
Durante la cena le dio a Judas, hijo de Simón, el
Iscariote,
para que nadie pudiera confundirlo, un trozo de pan, untado en la salsa, signo
de distinción, de reconocimiento, de
aprecio, de
amistad. Resonaban en el corazón de Judas, aquellas
palabras:
"Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su
señor. Ahora os digo amigos, porque todo lo que oí de mi
Padre, os lo
he dado a conocer" Judas, prefirió ser "siervo". Se
hizo sordo a
la invitación, a la amistad... Tomó el pan con
displicencia,
y detrás del pan, entró en él... Satanás. Jesús le dijo,
entonces:
"lo que has de hacer, hazlo pronto". Y entre labios y
silencios,
más que palabras, musitó: "más le valiera no haber
nacido".
"Mas le valiera no haber nacido"
Judas salió y
llenó de oscuridad la noche. La muerte y la nueva
Pascua han
sido decididas desde que el traidor salió fuera: "
Ahora ha sido
glorificado ya el Hijo del Hombre y Dios ha sido
glorificado
en Él".
La amistad se
rompe por la traición, que es, en primer lugar,
arrastrar por
el suelo los sentimientos más íntimos y más nobles.
En segundo
lugar es ser un homicida, al prostituir lo que más se
ama y se
quiere, es decir: matar los amores. Y en tercer lugar,
profanar las
ideas y pensamientos más luminosos.
Amor y
traición: los dos contrarios, como tesis y antítesis
hegelianas,
que definen a Dios y es la encrucijada de la
realización
del hombre.
La vida y la
nada. Amor y traición. Este es el dilema de esta cena
de amigos:
todo o nada. Y nos resuena Juan de la Cruz con sus
"nadas"
para llegar al Todo: "para venir a gustarlo todo, no
quieras
gustar algo en nada; para venir a saberlo todo, no quieras
saber algo en
nada; para venir a serlo todo, no quieras ser algo
en nada; para
venir a tenerlo todo, no quieras tener algo en
nada; y
cuando vengas todo a tener, has de tenerlo sin nada
querer,
porque si quieres tener algo en todo, no tienes puro en
Dios tu
tesoro…".
La vida es un
misterio. No la encontramos en esos libracos gordos
de biología o
de botánica o de psicología. La vida, vida, se nos
escapa de
nuestros esquemas mentales. La traición también se
nos escapa,
es una huida hacia la nada, que es misterio trágico
para la mente
humana. Dios es, pues, amor, vida. Dios no es
traición.
Está dicho todo: Dios no es traición. No te atormentes,
mi buen
hermano, pensando cuantas veces robaste, mentiste,
fuiste
infiel. El pecado, pecado, está en la traición, que es muerte de la amistad.
"Ya no os llamaré siervos... ahora os digo:
amigos…"
Puedes ser amigo. Eres amigo.
Solo quisiera
acabar con el perfil del otro personaje del texto,
donde todos
nos encontramos y reconocemos con más o menos
parecido:
Pedro.
Pedro, en
medio de un aire denso, pesado y triste, manifestó su
impotencia
con un rasgo de falsa valentía, gritando: "¡Daré mi
vida por
ti!". ¿Darás tu vida por mí?, le pregunta Jesús. ¡Pobre
Pedro, qué
iluso! Pero Pedro negará, sí, negará, quebrará la
amistad, pero
no la aniquilará. No hará traición al Maestro.
Llorará, sí,
llorará. Pero no se ahorcará. Como Judas lo hizo.
Quédate
ahora, mi buen hermano, en el patio de Caifás,
contemplando
a Pedro aturdido por el eco, que sonaba fuerte en
sus oídos:
"daré mi vida por ti, daré mi vida por ti". Y hasta, en
aquel momento
e tensión trágica, cogió, bravucón, una espada
para
defenderlo.
Escucha tú
también el eco de tanta promesa renovada: de tu
bautismo, de
tu matrimonio, de tu profesión y contempla a Pedro
en medio del
patio, en la oscuridad de esa noche fría, rota por las
llamaradas y
chisporroteos de la hoguera. Quizás sus lágrimas las
veas brillar
al resplandor de las llamas, a medida que el gallo
canta.
A lo mejor,
acabas tú también llorando con él, porque en el fondo
eres bueno, y
te encontrarás de seguro, como Pedro, con la
mirada de
Cristo, al cruzar el patio. Es mirada llena de
comprensión y
de perdón, es mirada de amistad. Esa mirada nos
la ha dejado
sacralizada en el Sacramento de la Reconciliación,
que no es
moralina, ni lejía para limpiar las manchas mortales,
sino
encuentro con el único Señor de la misericordia, que te
comprende en
tu intimidad más profunda, herida y dolida, y por
eso te
perdona todo: lo grave y lo leve, porque solo sabe de
amores, no de
traiciones. "No saben lo que se hacen, no saben lo
que se
hacen", dirá y repetirá, colgado de la cruz.
Perdonad que
insista y acabe como había empezado: qué
importante
debe ser esto de Amor y Traición en el marco de una
cena de
amigos, para que la Iglesia nos lo repita dos días
seguidos y en
la semana grande de los cristianos: Amor y
Traición.
-Traición y Amor y en el medio la negación de Pedro, diciendo: "daré mi
vida por ti, daré mi vida por ti". Y un momento
después:
"no, no le conozco, no le conozco".
Que lo
conozcas y reconozcas al partir el Pan, en la Eucaristía,
porque Él es
el único que de verdad nos quiere, que de verdad te
quiere como
seas y como estés. Él es tu amigo. Y tú no seas ya
siervo de tus
traiciones. Sé también AMIGO de sus amores.
Martes Santo:
Cruz, escándalo y gloria
Lecturas de
la Misa
Isaías 49,
1-6: "Escuchadme, islas. Atended, pueblos lejanos....
Habla el
Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo.... Es
poco que seas
mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y
conviertas a
los supervivientes de Israel: te hago luz de las
naciones,
para que mi salvación alcance hasta el confín de la
tierra".
En este texto
se declara la vocación universal del Siervo de Yavé
y la
convocatoria de todos los pueblos a la salvación por medio
del Mesías.
Evangelio
según san Juan 13, 21-33. 36-38: "Un día Jesús,
profundamente
conmovido, dijo: Os aseguro que uno de
vosotros me
va a entregar. Los discípulos se miraron unos a
otros,
perplejos.... Le dijeron: Señor, ¿quién es? Y él contestó :
Aquél a quien
yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el
pan, se lo
dio a Judas.. Detrás del pan entró en él Satanás. Y
Jesús le
dijo: Lo que has de hacer, hazlo pronto..."
En este texto
Jesús habla muy claro de su muerte, por traición,
y está
dispuesto a ella. Pero los discípulos no aciertan a
entender lo
que el Maestro dice, y ni siquiera sospechan que
habla de su
muerte en la Cruz. Pedro se muestra incluso
fanfarrón en
su perorata a favor del Maestro. Después le
defraudará,
como los demás.
Reflexión
para el día de hoy.
¡Oh Cruz! ¡Oh
Cruz!
El Hijo de
Dios, el que vivía con el Padre y el Espíritu, y no podía
morir, en un
momento de aparente frenesí de amor se vistió con la naturaleza de hombre,
anonadándose. Así es como pudo,
primero,
presentarnos el mensaje de salvación e ir avanzando
hacia la
muerte redentora, camino del Calvario ; y, después,
mostrarnos su
rostro de gloria, triunfante de la muerte,
transfigurado
en luz de vida. Esto es lo que celebramos en la
Semana Santa:
la muerte y la vida .
Pero hoy,
martes, podemos atrevernos a preguntar si todo esto
que
celebramos en la Semana Santa no tiene un poco de locura
colectiva
bajo capa de fe. ¿Cómo es posible en el Hijo de Dios un
morir,
infamado, y un resucitar, glorioso?
¡Oh cruz!
¡Cuántos misterios encierras y nos ocultas! Si te
abraza un
hombre, y tú le abrazas, ambos morís. Pero si te
abraza Dios,
y tú le abrazas, ¿quién muere en tus brazos?
Nunca en la
historia de las religiones se encontró tamaño
problema:
unir en un mismo ser y en un madero a quien, por un
lado, no
podía morir, por ser divino e inmortal, pero, por otro,
estaba
abocado a la muerte, por ser pasible y humano ..... La
mente no
alcanza a comprender este misterio de vida y muerte;
el corazón se
resiste a creerlo, y muchos que oyen la voz de los
cristianos que
lo narran menean la cabeza con desdén...
¡Duras
palabras son esas!, decían los discípulos Jesús, Hijo de
Dios e Hijo
del hombre, durante su predicación del Testamento
Nuevo en el
amor habló muchas veces a sus discípulos diciendo
que, al final
de las jornadas de su vida, se prepararan a
presenciar un
desenlace fatal, la muerte del Maestro. Éstos se
resistían
casi violentamente a que les quisiera catequizar y
educar en ese
sentido, previendo la dureza de tal
acontecimiento...
¿Cómo es posible, se decían, que muera en
cruz el
Mesías, Hijo de Dios? ¿No vino a nosotros para vivir y dar
vida a los
demás? ¿A qué viene entonces decir que sube a
Jerusalén y
que allí le aguardan quienes serán sus verdugos y le
crucificarán?
Ver en la
cruz a Jesús ¿no sería como verlo despojado de su
divinidad
...?
Sin embargo,
Jesús insistía en que la muerte del Hijo del hombre
sería camino
de vida, paso previo a su transfiguración definitiva,
y que ellos
debían creerlo y tratar de comprenderlo.En verdad, con Jesús se abría un mundo
nuevo, un pensamiento
nuevo, una
actitud vital totalmente nueva. Pero ¿cómo
comprenderlo?
¿cuál sería su precio?....
Escándalo y
locura de la cruz
Para la
mentalidad judía, "ser divino" y ser capaz de "morir en
una
cruz" eran realidades que no casaban; y lo mismo "ser
Mesías"
y "sucumbir en una cruz". El salvador de Israel estaba
llamado a
vestirse de poder y majestad, no de humillación y
vergüenza.
Por tanto, si Cristo moría en cruz, no era el Mesías
esperado. La
cruz era un escándalo, jamás un honor y gloria.
En esas
perspectivas mesiánicas colmadas de gloria, ¡qué difícil
tenía que ser
para los judíos adherirse a Cristo y asumir el
mensaje
cristiano! Andaba por medio nada menos que la cruz.
Por contraste,
en la comunidad cristiana, como discipulado de
Jesús, el
misterio de que el Mesías, el Salvador, Cristo, muriera
en una cruz
se encontraba en la base de su fe, aunque no sólo la
cruz, sino
ella unida a la Resurrección del Crucificado.
Y ¿qué decir de
la mentalidad pagana?. Para los cultos
pensadores
griegos que entraban en contacto con el judaísmo y
cristianismo,
hablar en religión nada menos que de una cruz era
una locura.
La cruz no podía decir relación alguna con lo divino,
aunque se
dijera encarnado. ¿Cómo podían los cristianos hablar
de la
oblación que hizo de sí mismo el Mesías, Jesús, fundador
de la
religión, y ser estimados sensatos, si esa actitud les
colocaba
fuera de la órbita de la razón humana?
El testimonio
de san Pablo
Esa locura y
escándalo las sufrió san Pablo en sus correrías
fundacionales
de comunidades cristianas. No sólo sufrió la burla
de los
paganos sino incluso la actitud escandalizada de algunos
"judeo-cristianos"
que, a pesar de haberse convertido a Cristo,
seguían
estimando "escándalo" el acontecimiento de la "cruz" a
la que Jesús
fue clavado (Gál 5,11). ¿No sería mejor, se decían,
borrar
semejante escena de las catequesis cristianas? Entre los
fieles de
Filipos llegó a haber, en el lenguaje de Pablo, algunos
"enemigos
de la cruz de Cristo" (Filp 3,18)
¿No era
prudente que los cristianos dieran primacía a otras
experiencias
del Espíritu, evadiéndose de la cruz y de sus
imposiciones?
Tal vez fue este escándalo de la cruz lo que movió a algunos cristianos a negar
incluso la verdadera humanidad de
Jesús,
reduciendo su imagen externa a mera apariencia de
hombre (I Jn
5,6).
Sin embargo,
para la auténtica fe cristiana, aunque produzca
pavor y
estremecimiento, la cruz es el signo máximo de la
inmolación de
Jesucristo, es un gesto incomparable por el que
muestra que
su vivir es un vivir para los demás....
¡Oh cruz, en
que muere el Señor!
A pesar de
las dificultades de comprensión de un Dios, hecho
hombre, que
muere en la cruz, ahí está la culminación de la obra
redentora de
Cristo, hijo de Dios e Hijo del hombre. Sin la cruz,
no tendríamos
en la historia de la religión cristiana las dos
experiencias
de mayor alcance: muerte y resurrección. Todos,
Iglesia,
comunidades cristianas, y cada cristiano en particular,
morimos un
poco con este Cristo que muere crucificado, y todos
resucitamos
con él. Esa es nuestra fe.
Hay mucha
gente que lleva meses preparando las celebraciones
de estos
días. En algunas regiones del mundo la Semana Santa
tiene tanto
arraigo popular, ha generado tantas tradiciones, que
exige una
"puesta en escena" compleja y costosa: cofradías,
procesiones,
espectáculos, ... Los seres humanos, cuando
sentimos que
algo nos va, somos capaces de muchos sacrificios,
de mucho
entusiasmo.
¿Es posible
preparar del mismo modo nuestro itinerario interior?
La liturgia
de estos días nos ayuda a vivir intensamente el triduo
sacro. Hoy
martes, y mañana miércoles, somos invitados a
espabilar el
oído para no perdernos ninguna palabra. El profeta
Isaías
comienza con una exhortación a escuchar: "Escuchadme,
islas;
atended, pueblos lejanos". La escena que Juan describe
está llena de
confidencias que sólo pueden percibirse con un
oído fino: la
pregunta del discípulo amado, la respuesta de
Jesús, la
admonición a Judas, el diálogo entre Jesús y Pedro.
Martes Santo:
El Señor pronunció mi,nombre
Me parece que
el martes santo es un día ideal para el silencio y
la escucha,
para caer en la cuenta de un par de verdades que
sostienen nuestra
vida. Primera: existimos porque el Señor nos ha llamado en las
entrañas
maternas, porque ha pronunciado nuestro nombre. ¿Te
sientes un
don nadie, producto del azar, poco querido por tus
padres o por
las personas que te rodean? ¡El Señor sigue
pronunciando
tu nombre! ¿Te parece que tu vida es una
sucesión de
acontecimientos sin sentido? ¡El Señor sigue
pronunciando
tu nombre! ¿Crees que no merece la pena confiar
en el futuro?
¡El Señor sigue pronunciando tu nombre!
Segunda: el
Señor quiere hacer de nosotros una luz para que su
salvación
llegue a todos. ¿Te parece que tu vida no sirve para
nada? ¡Tú
eres luz! ¿Tienes la impresión de que nunca cuentan
contigo para
lo que merece la pena? ¡Tú eres luz! ¿Atraviesas un
período de
oscuridad, de desaliento, de prueba? ¡Tú eres luz!
No quisiera
olvidar ese ejercicio de diálogo a cuatro bandas que
se da entre
Jesús, el discípulo amado, Simón Pedro y Judas, en
una cena
trascendental en la que Jesús se encuentra
"profundamente
conmovido".
El discípulo
amado y Pedro formulan preguntas: "Señor, ¿quién
es?",
"Señor, ¿adónde vas?", "Señor, ¿por qué no puedo
acompañarte
ahora?". Quién, adónde, por qué. En sus preguntas
reconocemos
las nuestras. Por boca del discípulo amado y de
Pedro
formulamos nuestras zozobras, nuestras incertidumbres.
Judas
interviene de modo no verbal. Primero toma el pan untado
por Jesús y
luego se va. Participa del alimento del Maestro, pero
no comparte
su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso
"sale
inmediatamente". No sabe/no puede responder al amor
que recibe.
Jesús
observa, escucha y responde a cada uno: al discípulo
amado, a
Judas y a Simón Pedro. La intimidad, la traición
instantánea y
la traición diferida se dan cita en una cena que
resume toda
una vida y que anticipa su final. Lo que sucede en
esta cena es
una historia de entrega y de traición. Como la vida
misma.
Martes Santo:
Todos somos traidores
En este
Martes Santo, el evangelio nos ayuda a profundizar en el
polo del
resentimiento, que ayer apareció insinuado. Este polo
está
representado por dos personajes conocidos: Judas (Aquel a quien yo le dé este
trozo de pan untado) y, en un grado
diferente,
Simón Pedro (¿Con que darás tu vida por mí? Te
aseguro que
no cantará el gallo antes de que me hayas negado
tres veces).
Lo que más me
impresiona del relato es comprobar que la
traición se
fragua en el círculo de los íntimos, de aquellos que
han tenido
acceso al corazón del Maestro. Me he detenido en
estas
palabras: Os aseguro que uno de vosotros me va a
entregar.
Es muy
probable que los que os asomáis diariamente o de vez
en cuando a
esta sección os consideréis seguidores de Jesús. Yo
mismo me
incluyo en esta categoría, sin saber a ciencia cierta lo
que quiero
decir cuando afirmo ser uno de los suyos. La Palabra
nos va
ofreciendo cada día muchas pequeñas luces para ir
descubriendo
diversos aspectos del seguimiento. Hoy nos
confronta con
nuestras traiciones.
La palabra
“traición” es muy dura. Apenas la usamos en nuestro
vocabulario.
Hemos buscado eufemismos como debilidad, error,
distancia,
etc. Pero ninguna de estas palabras tiene la fuerza del
término
original. Hablar de traición supone hacer referencia a
una relación
de amor y fidelidad frustrada. Sólo se traiciona lo
que se ama.
¿Estaremos nosotros traicionando a Jesús a quien
queremos
amar?
Lo
traicionamos cuando abusamos de promesas que no vienen
refrendadas
por nuestra vida.
Lo
traicionamos cuando, en medio de nuestros intereses, no
tenemos
tiempo para “perderlo” gratuitamente con él.
Lo
traicionamos cuando le hacemos decir cosas que son sólo
proyección de
nuestros deseos o mezquindades.
Lo
traicionamos cuando volvemos la espalda a los “rostros
difíciles” en
los que él se nos manifiesta.
Lo
traicionamos cuando lo convertimos en un objeto más al
alcance de
nuestros caprichos.
Lo
traicionamos cuando damos por supuesta su amistad y no lo
buscamos cada
día.Lo traicionamos cuando repetimos mucho su nombre pero no
estamos
dispuestos a dejarnos transformar por él.
Dejemos que
este Martes Santo su mirada nos ayude a descubrir
nuestras
sombras.